jueves, 31 de mayo de 2007

Cuerpo

Para mí es importante la piel y los sentidos, trato de darle a todos su espacio, su tiempo. Si logro hacerlo de buena forma regalan para mí, sensaciones increíbles que creo, si todos lograran hacerlo, sería el remedio para muchas cosas.
Me conecto de ésta forma con mi medio, antes era difícil, no podía controlarlo y me asustaba el descubrir, todas estas cosas, antes de poderlas explicar.

Me pasa que me enojo con la gente porque no respeta su esencia, porque se deja llevar por el tiempo que no tiene tiempo y sus dentros se convierten en pasas, y así los veo, los oigo, los huelo los toco. Los pasas arrugadas, se achoclonan en grupos, observan, cuchichean, vomitan y vuelven a comer lo verdoso y revuelto del piso.


Recuerdo de niña, observar las pelusas que subían por el haz de luz que se formaba desde la claraboya(?) hasta el suelo de mi pieza, ponía mi mano en el piso, recibiendo el calor del sol solo en la mano, respiraba bajito para no interrumpir el proceso y esperaba. Estas pelusas tenían distintas velocidades, pero la mayoría, subía como hipnotizadas por la luz, lentamente, pero en masa. Otras giraban como globo desinflado, así como haciendo ñe. Si respiraba fuerte, podía jugar a ayudarlas a subir y éso hacía, solo una vez. Podían pasar varios minutos antes de que me recostara con la cabeza ahora, en el lugar de la mano, recibiendo en mi cara un calorcito tibio que me dejaba los ojos ciegos un segundo y al poner mi mano a contraluz lograba verla roja, porque la luz del sol atravesaba y alumbraba mi mano por dentro, la idea de la sangre dentro del cuerpo me quedaba muy clara viéndolo desde ahí.
Desarmaba las cajas de música a cuerda con mucha pena, me gustaba quedarme con el aparatito que tienen dentro, ése que hace la musiquita cuando gira la cuerda, tiene una peineta como de lata y un rodillo con puntitos, esos puntitos pasan muy cerca de la peineta, en distintos dientes, entonces ahí se distinguen las notas musicales, me gustaba ver como avanzaban los puntitos hacia los dientes de la peineta, imaginarme el sonido un segundo antes, escuchar el verdadero, y mirar atenta a cuando llegara el siguiente puntito. El silencio era mi amigo en ese rato.
Cuando se juntaban las pelusas y mi aliento, las peinetas, los puntitos la música y mis manos, subíamos como hipnotizadas por la luz, lentito pero en maza, lejos de los pasas arrugadas, con todos los sentidos potenciados en la sangre, entibiados por el sol que atravesaba mi alma y que me invitaba a jugar con él.


( Para todos los pasas arrugadas. Aún queda tiempo.)